MEDITACIONES DE UN "CONFINADO" (2020/2025)



 

2. Y LA LLAMARON “FILOMENA"

 

“Los hombres vinieron a la existencia por el deseo de los propios hombres de hacerse el bien mutuamente” (Cicerón)

 

Doce meses después de los primeros brotes de esa planta viral de laboratorio rebautizada como Covid 19 -y coincidiendo con el final de la más triste Navidad que yo recuerde- nos visitó la “Filomena” que no era la dama adúltera del Romance castellano sino una señora gorda y atmosférica con malísimas intenciones.

La que faltaba.

Y es que si no hubiera sido suficiente un año de continua crisis humanitaria, caos hospitalario, desconcierto administrativo, despropósitos políticos, persecución a científicos incomodos, teorías delirantes, ruina económica, restricciones arbitrarias, estado de excepción permanente negado cínicamente, impune abuso de autoridad, estafas criminales a coste de la salud ciudadana , Etc…. ; en esto que el cielo nos regaló pedazo castigo bíblico (si es que en la Biblia aparecen nevadas universales…) en forma de continua precipitación blanca durante tres días y tres noches, seguido de un mes de peligrosísimo patinaje viario sobre hielo.

Era enero del 2021: La crónica de un desastre anunciado, pero no previsto ni remediado por parte de las autoridades electas con sus perfectos protocolos de emergencias estatales, autonómicos, edilicios o mediopensionistas. No hubo UME. Ni “guindillas”. Ni concejales …ni la madre que parió a Faraón.

Ha pasado con la Dana este mismo año. Pasará siempre.

No es descoordinación; ni siquiera mala fe. Peor es desinterés y estupidez, que ya dijo Santo Tomas de Aquino que “la estupidez culpable es pecado”, y en esto nuestros padres putativos de la Patria pecan y pecan y vuelven a pecar, como los peces en el rio.

Reproches aparte.

Servidor de ustedes/vosotros se acuerda bien de aquel blanco mes, porque viviendo y trabajado en Madrid lo sintió muy de cerca en primera y hasta en segunda persona. Y pasados casi cuatros años ya de aquel angustioso fenómeno y sentidas sus consecuencias, éste que suscribe compuso al calor de una lumbre imaginaria la siguiente meditación.

***




Madrid, villa capitalina del Reino de casi todas las Españas fue sin discusión la principal afectada y. por ende, la principal protagonista de este suceso

Servidor que es español por la Gracia de Dios y madrileño por una Putada del Destino, sintió -como tantos- que aquello era un escenario tirando a apocalíptico, pero sin fuego infernal.

Las noches frías, heladas, las calles oscuras, los árboles agonizantes, los barrios vacíos, las casas cerradas, los tejados al borde del hundimiento, la nieve escalando las paredes:  grises fotos de postguerra.

Y, sin embargo, una lucecita apenas visible y aun menos creíble empezó a brillar sobre esa sensación de fatalidad, de juicio final, de pecaminosa tristeza, de estupor.

Esa pequeña luz se fue agrandando día a día, cuando colegimos lo que estaba pasando realmente en esta ciudad de nuestras entretelas.

Como respondiendo a una dilecta voz interior, la mayor parte de la vecindad (la que podía valerse y la que no) de un pueblo abandonado por sus gobernantes y sus agentes y vigilantes y los demás pastores sin cayado, consigue sin Balconings ni aplausos ni  caceroladas, ni controles policiales, y aun sin mascarillas revertir sin prisa pero sin pausa lo que parecía conducir a esta mi Ciudad - hoy cada vez más degradada y más enferma- a la entropía Contra Humana tan deseada por los profetas de la Sexta Extinción o del Gran Recambio (…yo soy más bien de Mad Max)

Al fin y al cabo, esta breve entrada quiere ser una linda meditación y un merecido homenaje a esos Madriles tan maltratados por un mismo y por muchos más,

 

Madrid es lo que tiene. Y lo que tiene son madrileños, que son todos los que están: un espécimen procedente de los más recónditos rincones de la Tierra y hasta más allá del sistema solar que yo me conozco alguno….

No fue ésta una tópica muestra de civismo gregario e impotente que tanto satisface a los poderes públicos y a los imperios privados.

Nadie estaba al mando ni nadie apacentaba la grey ciudadana para que no se desmandara entre los cúmulos de nieve.

Antes, al contrario. Si fue un ejemplo lo fue de tranquila superación de la desesperanza y de libre y alegre organización.

Esa “lucecita” fue la Voz del Ser; no la voz del “solo el pueblo salva al pueblo” que es un grafiti que apareció en los primeros días del Confinamiento de Masas, incluso antes, y que parece que hoy vuelve con otras intenciones.

Me preguntarán: ¿Cuál es esa “Voz del Ser” ?; y yo les respondo: LA COMPASIÓN

Sí, esa “Compasión” o innata Piedad que jamás abandona al ser humano y que impulsa nuestra voluntad nunca desaparecerá mientras no desaparezca la persona humana, y que tampoco se puede “sustituir” por su actual remedo emocional posmoderno: la “empatía” (ya hablaremos de ello en otra ocasión)

Un ejemplo. Cuentan que el filósofo alemán Nietzsche oráculo del superhombre, inquisidor de toda compasión, verdugo de la “moral de esclavos”; vio un cierto día una carretera helada y lloró por compasión al pensar que algún pobre niño podría caerse en ella y hacerse daño.

¡Una carretera o una calle helada precisamente!

Una de esas heladas calles del viejo Madrid, empinada y sinuosa, la veía yo desde mi ventanuco. Y en lo más alto de ella, ya sin nevar, veía a un hombre alto y rubio de mediana edad armado de un pico y cubierto el torso por una camiseta de mangas cortas que con una meticulosidad de artesano picaba el hielo de la calzada como si estuviera operando con bisturí a corazón abierto. Luego retiraba con cuidado los pequeños bloques de hielo. Todos los días de la semana, desde la salida del sol hasta su ocaso y no más de dos metros cuadrados -calculaba  yo-  por jornada.

Movido por la curiosidad un par de días después subí a ver que hacía aquel extraño tipo -dándome el habitual talegazo en el suelo por ir a mi paso legionario.

Creyéndole de algún pais del este le pregunté de dónde era:

- “Nací en la parte de Segovia, pero llevó en esta calle viviendo X años” -me respondió

- ¿Porque haces esto y - sobre todo- por qué lo haces como lo haces? -inquirí.

- Pues para que no se caiga ningún niño ni resbalen mis vecinas que son muy mayores y que esta esto muy cuesta abajo

-(…)

- Lo hago así porque así hay que hacerlo que uno solo sabe lo que hace y trata de hacerlo bien

- ¿Tardas como mucho, ¿no? -tonta pregunta por mi parte

- Tardo lo necesario para hacerlo bien…- (vaya corte)

- Se te ve un poco serio -tercié para acabar

- Es que aún no he terminado. Punto

Fin de la historia.

Una semana después tal como apareció desapareció. La costanilla estaba tan seca y limpia que daban ganas de resbalar y caerse, pero ya no era posible. Aquel “rompehielos humano” lo hizo improbable.

En síntesis, que ese ocasional operario de la rutina compasiva me enseñó que el trabajo humano -desinteresado o no- es también una acción piadosa, una forma más de oración: expresión de virtud y dignidad.



Volvamos al tercer día de Filomena: día de resurrecciones

Porque esa misma mañana para sorpresa de propios y extraños empezaron a salir de las bocas del Metro unas gentes con impedimenta polar y herramientas de esquiar como si la Gran Vía fuera Navacerrada, y que se lanzaron por Avenidas y Paseos en descensos temerarios - o no tanto- entre coches encofrados en hielo y zagales tirándose bolas de nieve del tamaño de pelotas de balonmano. Un pueblo y unas gentes así son un ejemplo vivo e imparable de Resistencia, Carácter y Alegría. 

Cuanto más absurdos, más indomables . A un Pueblo asi no se le quiebra.

Lo saben bien los Devoradores de Lo Humano. Debemos saberlo nosotros también. No lo olvidemos.

Termino esta breve exaltación de mis convecinos extensible naturalmente a todo el género humano, con una pregunta que se estarán ustedes haciendo:

 “¿Qué es Madrid?”

Dejo la respuesta en boca del genio de las Greguerías:

 

Madrid es tener un gabán que abrigue mucho y con el que se pueda ir tranquilo a los entierros con relente. Madrid es no permitir lo gótico. Madrid es la improvisación y la tenacidad. Madrid es quedarse alegre sin dinero y no saber cómo se pudo comprar lo que se tiene en casa

(Ramon Gómez de la Serna)





 

 




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